El papa Francisco emprende el domingo una histórica visita de seis días a Canadá, un viaje “penitencial” para aliviar las cicatrices del pasado y pedir perdón por los abusos cometidos contra las poblaciones autóctonas en los internados católicos. El pontífice, de 85 años, debilitado por un dolor en la rodilla, aterrizará a las 11:20 horas local en Edmonton, Alberta (oeste), donde permanecerá tres días antes de trasladarse a Quebec y luego a Iqaluit, en el archipiélago ártico.
Durante el viaje internacional número 37 que realiza desde su elección en 2013, el Papa se dirigirá sobre todo a los nativos, a los pueblos amerindios ancestrales, que representan el 5% de la población de Canadá y divididos en tres grupos: los pueblos originarios, los métis y los inuits. Se trata de una visita dolorosa, que realiza apoyado en un bastón por los dolores de rodilla que padece y programada en pleno julio, el tradicional mes de las vacaciones, para reiterar su cercanía a los indígenas y reconocer públicamente los errores y horrores cometidos durante décadas por la Iglesia.
El descubrimiento en los últimos meses de cientos de sepulturas de niños sin marcar, un testimonio de la segregación histórica que han sufrido los menores indígenas, sacudió a Canadá, por lo que muchos sobrevivientes pidieron un gesto contundente al Papa.
Entre finales del siglo XIX y la década de 1990, unos 150 mil niños indígenas, mestizos e inuits fueron reclutados a la fuerza en 139 internados en Canadá, donde fueron apartados de sus familias, su lengua y su cultura. Miles murieron, principalmente de desnutrición, enfermedades o negligencia, en lo que el Comité para la Verdad y la Reconciliación definió en 2015 como “genocidio cultural”. Otros fueron víctimas de abusos físicos o sexuales.
En el último año se han encontrado más de mil 300 tumbas anónimas de niños en los sitios de antiguos internados y las búsquedas prosiguen en todo el país.
Se calcula que más de 6 mil murieron. En abril, Francisco pidió “disculpas” durante una audiencia histórica en el Vaticano ante varias delegaciones de indígenas, en la que confesó también su “tristeza y vergüenza”.
Acudir en persona a Canadá resulta aún más emblemático, ya que el papa latinoamericano conoce de cerca la trágica historia de los indígenas de América, como demostrado durante el sínodo de obispos realizado en el Vaticano dedicado a la Amazonía.